Recuerdo que cuando estaba recién parida de uno de mis hijos, unas amistades llegaron de visita a la casa y más tarde una de ellas necesitaba algo. Yo por su puesto, le facilité a la persona lo que necesitaba, que ahora ni recuerdo qué fue. Lo que cierto es que esa persona me dijo muchas cosas por lo agradecida que estaba por el favor que había recibido. Una de las cosas que me dijo fue que un día cualquiera vendría para ayudarme con el bebé y yo le dije, (en serio que se lo dije), realmente quieres agradecerme y devolverme el favor? pues un día de estos ven y friégame o límpiame la casa ya que esas son de las cosas que más me abruman. La persona de verdad que se asombró y es que la dejé sin palabras con mi respuesta. De verdad que me salió del alma. Y no es que tuviera ningún problema con la persona, pero es que con frecuencia recibí este tipo de ofrecimiento, mas yo sentía que si me ayudaban de otra manera me iba a sentir más descargada.
Y es que cuando la madre está con su bebé recién nacido, es verdad que se cansa de las desveladas, los gritos y las demandas de bebé, pero no creo que la canse más que los quehaceres del hogar que nunca cesan.
Un bebé es un ser indefenso y casi constantemente insatisfecho, “egoísta” y dependiente que no piensa en su madre ni en su padre ni en su cansancio. Pero es que es simplemente una criatura incapaz de razonar cuya intención es única y exclusivamente sobrevivir. Para ello llorará cada vez que necesite algo, mamará cada dos por tres si tiene hambre o si necesita calmarse y se quejará por cualquier cosa que le moleste.
Esto hace que muchas madres se vean literalmente desbordadas al principio, porque el cambio es abismal, y que muchas personas quieran echar una mano, haciéndose cargo del bebé (“déjame al niño, nena, y descansa un poco”). El problema es que separar a madre y bebé no suele ser buena idea porque la persona sustituta no huele a mamá, ni es mamá, y la madre, libre por un momento, no suele dedicarse a descansar, sino que aprovecha para hacer cosas de la casa.
Es por esta razón que el mejor consejo que se le puede dar a una madre es que ante la oferta de ayuda diga: “no me ayudes con el niño, ayúdame con la casa”.
Normalmente si nos piden que le demos al niño para que descansemos resulta que decimos que no, que "tranquila, que yo puedo". Todo eso con unas ojeras evidentes, un peinado de difícil solución y una casa casi patas arriba. Entonces estás cansada, pero el bebé sigue necesitándote casi cada minuto. Esto sucede con muchas personas, todos quieren echarte una mano cogiendo al bebé y no, no es esa la solución.
La ayuda se agradece infinitamente y cualquiera que esté dispuesto a echar una mano será siempre bienvenido, pero no hace falta separar a la madre del bebé para ayudar, sino todo lo contrario, promover que sigan juntos, que la madre duerma si el bebé duerme, que le dé el pecho tumbada, que duerman juntos si hace falta para que el bebé pueda comer mientras ella mantiene los ojos cerrados, aún en la cama (que cansa menos que sentarse a dar el pecho tratando de no cerrar los ojos). Lo ideal es que, si quieren ayudar, echen una mano con las lavadoras, con la comida, con los platos, el suelo y el polvo de los muebles, los regueros… Entendamos que lo ideal es que la madre pueda atender a su bebé y que el bebé pueda ser atendido por la persona que reconoce como su cuidadora.
Si en vez de eso les separamos y la madre se echa a dormir (o a descansar), cuando le devolvamos al bebé ella estará en las mismas: el bebé esa noche dormirá peor porque ha estado con personas que no son su madre y que no reconoce como su cuidadora principal, viviendo el momento, probablemente, con bastante más estrés que si hubiera estado con ella y además la casa seguirá en las mismas, todo por hacer.
Foto: acolorear.net