Una sonrisa amable nos ilumina la cara y la constituye más bella, puede cambiar la propia vida y la de quien la recibe. Es contagiosa, provocadora, pues convoca otras sonrisas. Cuántas veces sonreímos y sin que el otro sepa todavía el motivo comienza a sonreír. Es un gesto a imitar. Todas son válidas para el ser humano, actúan como un bálsamo, como una
mano extendida que invita a las almas desahitadas al milagro de anidar
juntas.
La felicidad abre multitud de puertas al pensamiento, como una invitación a entrar siendo el primer paso la sonrisa.
Concedámoslas. Compartámoslas. Aumentémoslas. Juntas y en abundancia causan satisfacción y tienen un poder impresionante.
Dice Phyllis Diller que una sonrisa es una línea curva que lo endereza todo , y es cierto, por eso no consintamos que nadie apague la luz de nuestra sonrisa.
Estamos llamados a sobrevivir a la penuria que nos acosa.
Fuente principal: Protestante Digital.
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