El
vínculo afectivo son aquellas relaciones de apego que los niños y niñas establecen
desde muy pequeños con sus padres y otros cuidadores sensibles. La mayor
representación del vínculo afectivo está dada por la relación madre-hijo
El ser humano nace en una condición desvalida, debido a que no se ha desarrollado lo suficiente como sí lo han hecho otras especies mamíferas. Ese desvalimiento hace necesaria la dependencia hacia algunas personas que lo cuiden, lo alimenten y lo protejan mientras su desarrollo va generando la capacidad de vivir independiente.
Los niños y niñas necesitan un cuidado afectuoso, constante, sensible y responsable por parte de los adultos que los acompañan. De este cuidado surgirá entonces la situación de apego definida como “aquella relación íntima entre dos personas caracterizada por afecto mutuo y un deseo de mantener proximidad”.
Además de la relación madre –hijo como elemento fundamental de las vinculaciones afectivas, el ser humano es capaz de establecer múltiples apegos a lo largo de su vida como lo podemos ejemplificar en el caso de la adopción y en la presencia amorosa y gratificante de las antiguas “nanas”, aquellas personas adultas que acompañaron con amor y dedicación la infancia de muchos de nosotros.
Tengamos muy presente que los niños son sensibles al cariño y al cuidado y que captan de manera muy clara la tensión, el afecto o el rechazo de los brazos que lo cargan. Pues como bien lo afirmó Paúl de Cock (novelista y dramaturgo francés): “Los niños presienten que personas los aman. Es un don natural que con el tiempo se pierde”.
El ser humano nace en una condición desvalida, debido a que no se ha desarrollado lo suficiente como sí lo han hecho otras especies mamíferas. Ese desvalimiento hace necesaria la dependencia hacia algunas personas que lo cuiden, lo alimenten y lo protejan mientras su desarrollo va generando la capacidad de vivir independiente.
Los niños y niñas necesitan un cuidado afectuoso, constante, sensible y responsable por parte de los adultos que los acompañan. De este cuidado surgirá entonces la situación de apego definida como “aquella relación íntima entre dos personas caracterizada por afecto mutuo y un deseo de mantener proximidad”.
Además de la relación madre –hijo como elemento fundamental de las vinculaciones afectivas, el ser humano es capaz de establecer múltiples apegos a lo largo de su vida como lo podemos ejemplificar en el caso de la adopción y en la presencia amorosa y gratificante de las antiguas “nanas”, aquellas personas adultas que acompañaron con amor y dedicación la infancia de muchos de nosotros.
Tengamos muy presente que los niños son sensibles al cariño y al cuidado y que captan de manera muy clara la tensión, el afecto o el rechazo de los brazos que lo cargan. Pues como bien lo afirmó Paúl de Cock (novelista y dramaturgo francés): “Los niños presienten que personas los aman. Es un don natural que con el tiempo se pierde”.
Fuente principal:
Crianza y Salud
No hay comentarios:
Publicar un comentario